Realismo mágico por la diestra
17 de Octubre del 2023 · 14:42El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de VLN Radio.
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Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso
Algo que se ha oído bastante en el ala derecha de los que van por la opción “en contra” es que quienes vamos a votar “a favor” lo hacemos movidos por una ingenuidad tal que nos llegan a decir que vivimos en Narnia, o que creemos en el viejito pascuero o incluso que somos “dignos hijos del realismo mágico”, ya que, se supone, creemos que aprobando la propuesta republicana cerraremos el capítulo constitucional de una buena vez y para siempre.
A mí parecer es sorprendente que no vean lo débil de su argumento y que caricaturicen la posición ajena, lo cual no se explicaría simplemente por una falta de etiqueta intelectual sino que algo más profundo que realmente no logro captar completamente.
Como sea, el propósito de esta columna es representar fielmente nuestra posición y demostrar que son ustedes más bien quienes son los dignos hijos del realismo mágico. Nosotros en ningún caso creemos que si ganamos vamos a lograr detener a la izquierda en su impulso revolucionario porque somos conscientes de que carecemos de la fuerza social para hacerlo, pero al menos con un triunfo del apruebo les quitaremos la tarima sobre la cual siempre se han levantado: el respaldo social.
¿Qué ofrece el “en contra”? Lo que se escucha es que tenemos que salir a la calle a defender dicho triunfo, presionar al Congreso, rodearlo, para así impedir que introduzcan el texto de los expertos por vía de reformas.
Es decir, al parecer estamos de acuerdo en que existe el peligro de que la izquierda nos pase por encima, pero se cree que rechazando la propuesta quedamos en mejor pie para salir a la calle e impedir que se alcancen los 4/7 con los votos cómplices de los mismos de siempre de Chile Vamos.
Es difícil en este punto saber qué decir porque es realmente evidente que si no tenemos la fuerza para defender el “a favor”, pues tampoco contamos con la fuerza para defender el “en contra”. Pero por si eso fuera poco, a quienes se les señala esta obviedad responden de alguna de estas tres increíbles formas: que si no logramos salir a la calle y los políticos reforman efectivamente la Constitución, entonces lo “daremos vuelta” simplemente ganando el Congreso siguiente y revirtiendo los cambios; que no hay que anticiparse porque eso nos hace “bailar al ritmo de la izquierda,” sucumbiendo a sus presiones; que independiente de todo, uno siempre debe hacer lo correcto, y lo correcto en este caso es rechazar “por principio” un proceso espurio.
Ahora se vuelve complicado mantener la compostura porque quienes te acusan de creer en la magia, no sólo creen que los patriotas podrán coaccionar a los políticos y neutralizar sus pretensiones sino que además creen que, en el peor de los casos, de igual forma cuentan con que vamos a ganar las parlamentarias siguientes en número suficiente como para poder volver atrás. No debería ser necesario decir que esto es absurdo pero al parecer lo es, así que digámoslo: bajo ningún respecto es razonable contar con que vamos a rodear el Congreso (como lo intentó sin ningún éxito el “team patriota” para evitar este segundo proceso) o que ganar elecciones en 2 años más como para darnos el “gustito” de rechazar una buena propuesta, como lo es la ofrecida.
Es realmente un tremendo riesgo pero, nos dicen, no debemos anticiparnos porque eso nos pone bajo la presión de la izquierda y nos hace jugar su juego. Esto por supuesto carece de sentido alguno, ya que bajo ningún criterio lógico uno no debería proyectar escenarios y actuar de la manera que mejor importe a nuestros intereses. Sería tan descriteriado como pedirle a un ajedrecista o a un comandante en medio de una guerra, que no tome en consideración lo que podría hacer su oponente porque entonces estaría actuando en función de él y no de manera autónoma.
En suma, quieren atarnos a un presente sin futuro (“no nos anticipemos”), a una realidad sin consecuencias (“sólo hagamos «lo correcto»”). En otras palabras, asumir el nivel cognitivo de un animal, que vive en un eterno presente y que se mueve sólo por reglas pedestres que no comprende (es decir, sin conocer el contexto en que se aplican o no).
Todo porque el proceso tiene un origen espurio, según nos señalan. Increíblemente, cuando la izquierda utilizaba ese argumento hace sólo un par de años, la derecha lo desechaba con facilidad y se centraba en las bondades del texto, pero ahora se aferra con uñas y dientes a la ilegitimidad de origen del proceso en curso, como si un plebiscito sin registros electorales en medio de una dictadura fuese un parto impoluto. Quizás lo más importante en realidad es que el texto consagra el globalismo socialista y tal. Si ese es el caso, entonces pasemos a discutir de una buena vez la propuesta en sí. Eso es lo que hago en un texto más extenso que el presente, en donde explico por qué lo mejor es votar favorablemente la Constitución republicana.
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