Día del Veterano de la Guerra del Pacífico: La deuda histórica con el Glorioso Batallón Lontué de Molina
Desde 1926 por decreto Ley se debe conmemorar el Día del Veterano de Guerra, una fecha que pasa desapercibida y que reafirma el dicho popular "El pago de Chile". Aquí un resumen de la increíble historia del Batallón Cívico Movilizado Lontué, en una crónica de Francisco Javier Ovalle.
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El 13 de enero, fecha que conmemora la Batalla de Chorrillos en la Guerra del Pacífico, se erige como un día de profundo respeto y homenaje en Chile, o al menos esa fue la intención en 1926 cuando se instauró el Día del Veterano.
Según reconoce la historia, después de 40 años aun había algunos sobrevivientes de la guerra, muchos de ellos en paupérrimas condiciones. De ahí el viejo que dice “el pago de Chile”, cuando se quiere representar la indiferencia ante una acción realizada en beneficio de otro.
Y nuestra zona no estuvo exenta de la gloria en los frentes de batalla ni tampoco de esa indiferencia, que dejó a cientos de soldados en la miseria más profunda.
Pero hagamos un poco de historia. Cuando la Guerra del Pacífico había avanzado y ya las tropas chilenas entraban a Lima, el mundo entero miraba incrédulo como un país pequeño, que podría incluso haber desaparecido, logró imponerse en tres frentes y conquistar la capital de lo que había sido antaño el centro del imperio inca y, posteriormente, del virreinato español.
La guerra llamó a las armas a los habitantes de todos los rincones de la república y nuestra zona aportó con dos unidades, el Batallón Curicó y el emblemático Batallón Lontué. Así lo comenta Francisco Alvarado, coautor del libro “El Batallón Lontué, cuatro años de gloria” del año 2021 junto a Mauricio Oyarzún.
Alvarado relata que el Batallón Lontué se forma el 13 de mayo de 1879, a solo un mes de haberse declarado la guerra.
La unidad era un Batallón Cívico, es decir, no eran soldados de oficio. Eran simples ciudadanos, en su mayoría campesinos del Departamento de Lontué, Molina, Pequén (antigua comuna que la componían la actual Villa Prat y Sagrada Familia) y, por supuesto, Lontué.
El cuartel general estaba ubicado cerca del actual Registro Civil de Molina. De allí marcharon hacia la iglesia, luego hacia la Estación de Trenes y de ahí fueron destinados a la guerra.
Pero el Lontué no fue enviado a las campañas del norte de inmediato.
Aun habiendo sido formado a solo un mes de haberse iniciado el conflicto, el batallón no entró en batalla sino hasta dos años después de su formación.
Se dice que fue esta particularidad la que le dio el prestigio de haber participado en otra guerra poco conocida: La Guerra en la Araucanía, donde el Lontué tuvo su prueba de fuego.
Después de esos dos meses en la Araucanía, el Lontué finalmente viajó al norte. Lo que podría haber sido un desaire o una humillación, al no haber sido considerado para las primeras campañas, se transformaría finalmente en su principal cualidad.
La experiencia en guerra de guerrillas o montoneras, transformó al Lontué en una de las unidades mejor preparadas para enfrentar los constantes combates y enfrenamientos de la Campaña de la Sierra
Según el autor del libro, la importancia del Batallón Lontué radica en varios factores. Primero sus integrantes, una ecléctica mezcla de hijos de acomodadas familias y campesinos. Esta característica fue clave para las misiones que tuvo, principalmente de mantener la ocupación de las localidades que habían sido conquistadas por el ejército chileno.
En esos puntos, además de combatir contra las montoneras y enfrentar ataques de guerrillas a diario, también fueron capaces de dialogar con los habitantes civiles, lo que permitió mantener el orden y darles además protección incluso a las poblaciones peruanas.
Alvarado también relata que el Batallón Lontué debió enfrentar a otros enemigos poderosos, quizás más agresivos y fuertes que el propio ejército peruano. Las enfermedades como la fiebre amarilla y las inclemencias del desierto hicieron que las bajas fueran considerables.
Al término de la guerra, muchos veteranos quedaron en la miseria. No hubo pago de pensiones sino hasta varios años después. Tras haber combatido en las peores condiciones, muchos vendieron sus medallas para poder comer.
En Molina hay un número importante de personas que probablemente no sepan que tienen un antepasado héroe de la guerra. Y es quizás por eso que muchos de los veteranos quedaron en el olvido no solo para el Estado, sino también para sus propias familias.
Como un buen ejercicio de memoria histórica, busque usted la calle Leoncio Tagle, la Avenida Batallón Lontué o las calles Aniceto del Pozo, Samuel Silva, Amador Baeza y Francisco Reveco. Es muy probable que no las encuentre, porque no existen.
Ni en Molina ni en Lontué se da cuenta de un reconocimiento ni homenaje a su Glorioso Batallón.
El Batallón Cívico Lontué se formó con cuatro compañías. Regresaron 40 jefes y oficiales con 501 clases y soldados, entre ellos 20 enfermos de distinta índole y más de 80 mujeres y niños, muchos rescatados de la guerra, varias esposas de los soldados que encontraron el amor en las campañas.
Hoy, como otros años, el Batallón Cívico Movilizado Lontué no fue homenajeado. No fue recordado, no cruzaron los viejos estandartes por los arcos triunfales, ni sus hombres fueron reconocidos. Ni siquiera este 13 de enero cuando, en la teoría, se conmemora desde 1926 el Día del Veterano de la Guerra del Pacífico. Se eligió esta fecha en honor a la Batalla de Chorrillos, uno de los principales enfrentamientos que permitieron el ingreso a Lima de las tropas chilenas. Este día, los bravos del Lontué siguen solo en la memoria de unos pocos como parte de los batallones olvidados.