Aunque fue premiado el 6 de noviembre, día en la cual finalizó la última etapa en Santiago, lo cierto es que el 3 del mismo mes es la data donde Roberto Muñoz consiguió quedarse con la octava edición de la Vuelta Ciclista de Chile 1983.
Ese mes, este notable rutero sprint y campeón panamericano entró en los anales del deporte nacional al convertirse en el primer chileno en ganar la clásica rutera, sin duda, la más importantes en la historia de nuestro país.
Muñoz, que había finalizado tercero en la Vuelta a Chile del año 1981 y décimo séptimo en la del año 1982, tendría su revancha en la edición de 1983, cuando el equipo Pilsener Cristal logró conformar un competitivo equipo que incluía a connotados pedaleros. “Ellos fueron grandes ciclistas que sabían lo que era el compañerismo. Ganar La Vuelta a Chile nunca fue una obsesión para mí, pero le tenía ganas. Terminé por imponerme y no fue fácil. Lo conseguí con la ayuda de muchos, comenzando con mis compañeros. El triunfo les correspondió a ellos en gran medida. La victoria no fue mía en todo caso, fue del ciclismo chileno”, señalaría el “Pata de Lana” en su relato en el libro “Julio Avendaño”: Relatos de vida del ciclismo curicano.
De los recuerdos de ese histórico certamen, Muñoz reconoce que en la última etapa sintió fuertes dolores que casi le impidieron subir al podio. “El último día de competencia fue el más duro. Estaba muy nervioso porque no estábamos acostumbrados a estar en esta posición y me vinieron cálculos renales muy fuertes. Incluso, en la última jornada se metió una bolsa de nailon en los cambios y tuve que cambiar mi bicicleta. No gocé a plenitud el triunfo hasta algunas horas después. Recién ahí pude dimensionar lo que habíamos hecho. Nuestro triunfo fue importante porque fuimos los primeros en ganar la Vuelta, y anticipamos los futuros triunfos de otros compatriotas, como Peter Tormen y Fernando “Lobo” Vera, que ganaron la Vuelta a Chile en 1987 y 1988, respectivamente”.
El inédito triunfo de Roberto Muñoz en la Vuelta a Chile de 1983, por lo demás, confirmó uno de los dichos más comunes en el mundo del ciclismo nacional: que Curicó era la capital del ciclismo chileno. “Y lo probó el hecho de que en la Octava Vuelta a Chile sumábamos 5 los que representábamos a Curicó en distintas cuartetas: José Antonio Avendaño, Carlos Correa y yo en Pílsener Cristal. Y Gustavo Carvacho y Manuel Aravena en Thomas Bata”.
Después de su retiro, Roberto Muñoz se convertiría en un destacado entrenador de jóvenes ciclistas, destacando sobre todo la labor formativa que realizó en el Club Unión Ciclista de Curicó.
En octubre del 2014, como homenaje a su destacada vida deportiva, Roberto Muñoz fue declarado Hijo Ilustre de Curicó.