El narcoparque de Curicó
Por Sebastián Ormazábal, periodista de VLN Radio. Uno de los focos donde se pone especial atención es la Alameda Manso de Velasco, en específico el Parque Balmaceda, cuyo óvalo e inmediaciones se han transformado en un centro donde se puede encontrar una variada oferta de drogas de todo tipo.
La tarde de este miércoles cinco personas -tres hombres y dos mujeres- fueron detenidas por la sección Centauro de carabineros con una importante cantidad de drogas, armas y dinero efectivo. El operativo se llevó a cabo en Avenida Juan Luis Diez de Curicó, muy cerca de tres colegios San Alfonso, Cristiano y El Boldo, con una incautación de 6,8 kilogramos de pasta base de cocaína, 65 gramos de marihuana, 16 gramos de cocaína, 1,1 gramos de ketamina, seis teléfonos celulares y más de 166 mil pesos en efectivo, exponiendo claramente que el narcomenudeo existe en esta ciudad, y que conlleva una serie de delitos asociados.
Ahora, también hay que ser claro en que este procedimiento correspondió a una “corazonada” del funcionario policial que los consideró sospechosos y no los dejó escapar, no estamos hablando del desarrollo de un trabajo investigativo de larga data, está lejos de ser eso. Además, esto es sólo una muestra el crecimiento exponencial que ha logrado el narcotráfico en la región del Maule y el alcance de las bandas criminales.
A nivel local, comunas como Curicó, Molina y Teno concentran los focos investigativos de las policías, asimismo se busca dar con los responsables detrás de su distribución y financiamiento, ahora estamos enfrentándonos con bandas que ya no están inmóviles en un territorio, sino que se trata de grupos en expansión y que siempre buscan captar nuevos potenciales clientes, lo que hacen en plazas y parques, un conjunto nómade que ya no espera en la población o cerca de las “caletas”, sino que salen a buscar más consumidores.
Si bien el sector surponiente de Curicó ha sido históricamente estigmatizado por el comercio ilegal de drogas, lo cierto que es ya no es el único foco. Uno sobre el cual se pone especial atención es la Alameda Manso de Velasco, en específico el Parque Balmaceda, cuyo óvalo e inmediaciones se han transformado en un centro donde las personas pueden encontrar sin mayor dificultad una variada oferta de drogas de todo tipo. Un gesto, un guiño, un movimiento, basta para transformarse en un posible cliente. Si antes era la prostitución la parte más llamativa del paisaje, hoy son las drogas, mismo lugar donde asesinaron a un apreciado artista callejero, cuyo altar se ha trasformado en mudo testigo de lo antes descrito.
A pesar de ser un lugar de esparcimiento para la familia y la cultura -incluso diversas ferias se realizan aquí-, durante el atardecer la Alameda de Curicó muestra su cara más temible, aquella que nadie desea en la ciudad, con un colindante Parque Cerro Condell que también sirve como guarida para el consumo. “Lo de la alameda lleva mucho tiempo, aunque las bandas organizadas provienen de otros sectores, lo que se desarrolla ahí es el microtráfico”, señala el diputado Francisco Pulgar, miembro de la comisión de inteligencia de la cámara de diputados.
Desde la representación gubernamental, sostienen que el narco está siendo atacado con intervenciones directas, además de un importante trabajo de inteligencia, aunque su demora en torno a los resultados apunta a un retraso histórico en esta materia. Por ejemplo, por más de una década hubo sectores sobre los cuales no se realizó ninguna intervención, en el intertanto la comercialización de las sustancias ilícitas sigue en un crecimiento sostenido.
También hay que decirlo, los modus operandi de estas bandas de narcotraficantes hoy tienen un nuevo ingrediente, importado desde países centroamericanos, como por ejemplo Colombia, Venezuela y México, con una ocupación territorial más numérica, y con acciones más violentas como métodos de intimidación. En ese mismo escenario, la delincuencia chilena ha dejado atrás todos los antiguos códigos del hampa (los choros decían que “a la pobla no se le roba”), sin embargo, ya no sienten pudor, menos temor a radicalizar las medidas para doblegar a las víctimas, y han adoptado nuevas y peligrosas técnicas violentas de coerción, lo que ha generado una escalada terrorista incluso contra los mismos policías que ahora son asesinados sin mediar provocación, sumado a un poder judicial “elásticamente flexible” en torno a la aplicación del derecho y la concesión de garantías para los “imputados”, y la ya conocida “puerta giratoria” de las poco gravosas medidas cautelares.
A nivel de estadísticas, el informe sobre el Consumo de Drogas en las Américas de 2019, y que fue elaborado por la Organización de Estados Americanos (OEA), los resultados son lapidarios sobre todo en nuestra población más joven. Según el listado, Chile se encuentra en el número uno respecto del consumo de estupefacientes (TOP ONE), con una tasa del 30% de prevalencia entre los NNA, seguido muy por debajo por Uruguay (15%) y Argentina (10%).
Respecto del consumo de cocaína, Chile vuelve a encabezar la lista a nivel continental. Nuestro país junto a Colombia y Canadá tienen una prevalencia del 2,5% en estudiantes de enseñanza secundaria. Pero lo más preocupante, uno de cada tres escolares entre 8° básico y 4° medio reconoció que ha consumido marihuana. Chile es el primer país de toda América en consumo de esta sustancia en población escolar, con un dramático 30,9%.
Hoy el combate contra la delincuencia está en pleno desarrollo (como diría un periodista), incluso ya son varias las vidas que se han perdido. Para el traficante (que por lo general no consume lo que vende), la receta es conocida y la aprendió desde que se formó en las calles, primero hay que tentar (ojalá desde el colegio), después asegurar su dependencia como “cliente”, y al final estrujarle la vida hasta que aparezca acribillado por los “monos” que no pudo pagar.
A pesar de las denuncias, de los intentos familiares por buscar una rehabilitación, y después de que hasta su familia lo considera un “escoria de la sociedad”, el traficante logra su cometido, al drogadicto lo asesina poco a poco y le da el tiro de gracia, frente a la comunidad, un domingo por la tarde, en plena vía pública, y nadie hace nada. Hasta ahora.
Mañana el mismo traficante lleva a sus hijos a clases, reserva una mesa en un restaurante, se compra un auto, una parcela, se cambia de barrio, tiene nuevos vecinos, y sobre todo, se mimetiza, escondiéndose a la vista de todos para lavar su dinero mal habido, y la rueda vuelve a girar.