Fabiola Campillai: "El agente que me dejó ciega no es el único culpable"
Campillai reconoció que ha sentido miedo a la impunidad, pero que la detención del capitán de Carabineros, Patricio Maturana, le ha "reconciliado con la justicia" y supone un soplo de esperanza para el resto de víctimas.
28 de Agosto del 2020 · 12:21:format(webp)/wp-content/uploads/2020/08/foto_0000000120200828103108-1024x576.jpg)
Por VLN Radio
Nueve meses después de que Fabiola Campillai perdiera de forma total su visión, gusto y olfato, los muebles de su casa son los principales aliados en el reaprendizaje de sus actividades diarias.
Fabiola sabe que tiene llegar al extremo derecho de la alfombra y dar tres pasos al frente para ir al baño. Para ir al comedor debe moverse más de lo habitual, hasta la mitad del alfombrado y caminar hacia adelante, para que, una vez allí, siga el borde de la mesa con el objeto de poder ingresar a la cocina.
"¿Ya lo boté?", pregunta en alto, con preocupación, luego de rozar con la cadera una pequeña mesa repleta de fotos de sus tres hijos.
"No mamita, está todo bien, venga por acá", le contesta su esposo.
"Pedí que no me sacaran nada de la casa. Cada mueble cumple una función. Está prohibido moverlos", comenta Campillai, ya sentada en el comedor de su casa en la comuna de San Bernardo.
Ataque injustificado
El pasado 26 de noviembre, en el contexto del Estallido Social en Chile, una de las peores olas de protestas desde el fin de la dictadura militar en 1990, Campillai se dirigía junto a su hermana a la para del autobús para ir iniciar otra jornada de trabajo como auxiliar de producción de una fábrica alimenticia.
Al doblar la esquina de su casa, un carabinero le disparó con una escopeta de 37 milímetros: "¿Qué les íbamos a hacer dos mujeres solas de un metro sesenta de estatura?", se sigue preguntando todavía.

"Ya no quiero apoyo del Gobierno, ya pasó su momento. Solo pido que se haga justicia", dice. (Fotografía de EFE)
Tras caer al suelo, comenzó una carrera contrarreloj para sobrevivir, con operaciones de reconstrucción facial, placas metálicas para su frente y curar la lesión cerebral que le hacia expulsar liquido cefalorraquídeo por su nariz: "Si no hubiese tenido ayuda a tiempo de mis vecinos, no estaría aquí", asegura.
"Ya no quiero apoyo del Gobierno, ya pasó su momento. Solo pido que se haga justicia", sostiene.
"Es cómo nacer de nuevo"
Con su cabeza llena de tornillos, una cicatriz de oreja a oreja y dos cirugías de reconstrucción ocular y facial pendientes, Campillai sostiene sentirse "emocionalmente bien" y que saca las fuerzas del amor de su familia.
"Esto es como nacer de nuevo. He reaprendido a moverme, a pelar una papa, a picar una cebolla e incluso a comer. Si no aprendo a comer, me mancho toda", explica con una naturalidad.
Campillai (37), es una de las víctimas más simbólicas de la brutalidad policial que se utilizó en Chile para detener las protestas del Estallido Social en octubre, en contra del Gobierno, la desigualdad social.
Su caso y el de Gustavo Gatica, otro joven que también perdió la vista durante la crisis social, han dado vuelta al mundo visibilizando la epidemia de mutilaciones oculares que han dejado las revueltas sociales en el último tiempo.

A nueve meses del ataque que le quitó la visión, su vida se convirtió en un reaprendizaje constante. (Fotografía de EFE)
Según el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), 460 personas resultaron con lesiones oculares tras recibir disparos de balines o lacrimógenas por parte de agentes de seguridad del Estado de Chile, de las cuales 35 sufrieron pérdida total de uno de los ojos y dos quedaron ciegas.
"Más que órdenes directas, los carabineros se sintieron con el derecho a disparar a la cara", indica, en referencia a las nulas reprimendas públicas por parte del Presidente Sebastián Piñera.
Campillai indica que todas las operaciones quirúrgicas a las que se ha sometido han corrido a cargo de la mutualidad, como accidente laboral, pues no ha recibido ningún tipo de ayuda por parte del Estado. Ni siquiera una llamada del Gobierno o de la dirección de Carabineros.
"Ya no quiero que vengan, ya pasó su momento. Solo les pido que se sumen a la querella que interpuse y que se haga justicia", sostiene.
Miedo a la impunidad
El pasado 14 de agosto, Carabineros abrió un sumario administrativo interno que concluyó dando de baja a 2 capitanes por no prestar auxilios a Campillai cuando ocurrió el incidente. Sin embargo, no se reconoció incumplimiento de protocolos ni uso excesivo de la fuerza policial.
Paralelamente se abrió una investigación penal, que luego de nueve meses, empieza a dar señales de justicia para Campillai.
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La mujer reconoce que durante este tiempo ha sentido mucho miedo a la impunidad, sin embargo, tras la detención de anoche al capitán de Carabineros, Patricio Maturana, la ha "reconciliado con la justicia" y supone un soplo de esperanza para el resto de víctimas.
"No es solo responsable el que me disparó, que sin duda tiene culpa, sino que acá había un piquete completo y había alguien que estaba al mando. Alguien tenía que haber puesto orden y no lo hizo", reivindica.
Campillai está convencida de que las protestas sociales se retomaran cuando cese la pandemia ya que "no se le ha dado ninguna respuesta a las demandas sociales". En la misma linea, indica tener miedo de que su familia, que siempre ha sido testigo de la convulsionada política chilena desde bastidores, salga esta vez a marchar.
Mientras tanto, se encuentra a la espera de comenzar un curso de informática para reincorporarse al mundo laboral en cuanto termine su recuperación y está centrada en su hijo más pequeño, de 9 años, al que no quiere "educar en el rencor".
"Nadie me va a devolver mis ojitos. Tenemos que tirar para adelante 'ná' más", finaliza.
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